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El origen de la desigualdad

El origen de la desigualdad
(Revista Desperta Ferro. Arqueología e Historia, Nº 52, año 2023)

  • ISBN: 101105797
  • Editorial: Desperta Ferro Ediciones
  • Lugar de la edición: Madrid. España
  • Encuadernación: Rústica
  • Medidas: 28 cm
  • Nº Pág.: 65
  • Idiomas: Español

Papel: Rústica
7,50 €
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Resumen

Desde hace milenios, el surgimiento de los Estados en Mesopotamia o Egipto vino ya acompañado de jerarquías y desigualdades que colocaban a algunas personas pertenecientes a sectores privilegiados muy por encima de otras, cuyas realidades a menudo se manifestaban en formas de servidumbre diversas, incluyendo la de la esclavitud, marcando el origen de la desigualdad. La historiografía tradicional, heredera de las ideas de la Ilustración –cuando el conocimiento de la historia como ciencia era prácticamente nulo– se ha ocupado de hacernos pensar en la evolución de las sociedades de una forma monolítica e irremisiblemente encaminada a los Estados complejos, aunque lo cierto es que el estudio de las sociedades antiguas cada vez nos aporta una información más dispar. La pregunta que surge inevitablemente, como a modo de resorte es ¿dónde podemos situar el origen de la desigualdad? ¿El ser humano ha sido siempre así, o hubo algún punto de inflexión? La investigación arqueológica, con la ayuda de muchas otras ciencias auxiliares, está aportando cada vez más información al respecto, así que parece oportuno realizar una reflexión sobre si se pueden observar algunos signos de desigualdades en el Paleolítico, si las nuevas formas de vida basadas en la domesticación de plantas o animales del Neolítico conllevaban algo más que la potencial acumulación de bienes, o hasta qué punto los primeros Estados consiguieron imponer sus jerarquías y autoridad sin que existiera una respuesta social a ello.

Arqueología de la desigualdad y la evolución humana por Eudald Carbonell (URV-IPHES/Fundación Atapuerca) e Igor Parra (Fundación Atapuerca)
En las sociedades humanas la selección cultural modula con mucha fuerza la selección natural. El binomio igualdad-desigualdad como constante histórica y universal puede ser rastreado gracias a los registros materiales, pero también a los inmateriales que podemos deducir de los primeros; por ejemplo, del objeto material templo o iglesia deducimos la acción inmaterial-religiosa que ocurre dentro de ese recinto. Reconstruyendo estas redes y relaciones podemos obtener un perfil del funcionamiento social de las poblaciones humanas basándonos, precisamente, en esta contraposición material y simbólica.

Colaboración y transigualitarismo en el Paleolítico superior por Brian Hayden (Simon Fraser University)
Más de dos millones de años de existencia humana sin indicios de desigualdades sociales o económicas constatables en el registro arqueológico: no hay artefactos que puedan considerarse opulentos, ni vestigios de excedentes o de almacenamiento de alimentos, enterramientos elaborados, estructuras permanentes, ni hitos artísticos. Todo lo que conocemos del Paleolítico inferior y de buena parte del medio –hace entre 2,3 millones y 40 000 años– se ajusta a la idea de unos sencillos nómadas igualitarios, forrajeadores o cazadores-recolectores, similares a los que todavía hoy se observan etnográficamente en los desiertos de Australia. Esta realidad sufrió un cambio drástico en algunos lugares muy concretos durante el Paleolítico superior –entre los 40 000 y 10 000 años, según las regiones–, y en especial en algunas partes de Europa.

El Neolítico y su efecto en el origen de la desigualdad por Juan F. Gibaja (EEHAR-CSIC) y Juan José Ibáñez (IMF-CSIC)
Las interpretaciones sobre la organización social de las sociedades prehistóricas, y en concreto sobre la igualdad o el origen de la desigualdad en las comunidades neolíticas, se han escrito durante muchos años bajo el paraguas de las diferencias que se apreciaban en determinados contextos arqueológicos como los enterramientos o el tamaño y la forma de las casas. A menudo muchas de esas propuestas no nacían desde una visión interdisciplinar, desde la valoración de una multiplicidad de análisis, sino a partir de afirmaciones subjetivas, no demostradas, donde primaba el “me parece que hay o no desigualdades en tal o cual comunidad”. En los últimos años, aquella idea idílica de que los pueblos del Paleolítico-Mesolítico y el Neolítico eran igualitarias, se está poniendo en cuestionamiento e incluso refutando. Ello es consecuencia de las mejoras en las técnicas arqueológicas empleadas y al registro más cuidadoso de los restos encontrados, de la puesta en marcha de nuevos análisis –muchos de ellos llegados desde otras disciplinas como la biología, la química o la genética–, de la realización de estudios estadísticos cada vez más complejos y de propuestas donde se aglutinan y cruzan múltiples datos.

Grandes aglomeraciones del Calcolítico. La cultura de Trypillia y la persistencia de la igualdad por Bisserka Gaydarska y John Chapman (Durham University)
Los megapoblados de Trypillia (Trypillia megasites, TMS) son las ciudades tempranas más extensas documentadas en Eurasia hasta la fecha, datadas a principios del IV milenio a. C. y ocupadas durante un total de seis siglos. Aunque la gran mayoría de los asentamientos de Trypillia no superaban las 10 ha, algunos llegaron a rebasar las 100 ha, en tanto que el más grande que conocemos hasta la fecha (Taljanki, Cherkasi, Ucrania) alcanzaba las 340 ha. La densidad y la permanencia de la población en ellos son aún objeto de un debate que está conduciendo de forma gradual a un consenso en torno a la idea de que no todas las viviendas estuvieron ocupadas al mismo tiempo por unas poblaciones que oscilaban de los doce mil a los ocho mil habitantes. El estudio del megapoblado de Nebelivka ha dado lugar a tres modelos organizativos viables. En este artículo, analizamos la sorprendente capacidad para esquivar la desigualdad política, característica de estos grandes emplazamientos.

El orígen de la desigualdad en la península ibérica por Rodrigo Villalobos
La península ibérica es un territorio que, por su situación geográfica de bisagra entre los continentes de Europa y África y entre las masas de agua del Mediterráneo y el Atlántico, ha acogido el desarrollo de procesos históricos universales claves como la salida de África del Paleolítico inferior o la expansión trasatlántica de los reinos de comienzos de la Edad Moderna. Es menos conocido, sin embargo, que durante la Prehistoria reciente la Península vivió en una peculiar situación de tierra de nadie entre las clásicas “civilizaciones del Mediterráneo oriental” y las prototípicas “culturas de la Europa bárbara”; es decir, una tierra de nadie entre las sociedades urbanas, estratificadas y burocráticas de Mesopotamia, Egipto, Levante y el Egeo y otros modelos sociales alternativos sin ciudades, especialización económica ni aristocracias.

Jerarquías y Estados en las primeras ciudades mesopotámicas. El caso de Uruk por Jordi Vidal (UAB)
La ciudad de Uruk ocupa un lugar muy especial dentro de la historia de la humanidad. Situada en la Baja Mesopotamia, en la ribera oriental del Éufrates, Uruk ya aparece mencionada en el capítulo 10 del libro del Génesis como una de las ciudades que formaban parte del mítico reino de Sinar, gobernado por Nimrod, el gran cazador. Asimismo, la propia tradición cuneiforme la reconoció como una de sus villas de más rancio abolengo. No en vano, era la ciudad sobre la que había gobernado ni más ni menos que Gilgamesh, el gran héroe de la tradición mesopotámica. De hecho, la mención de Uruk tanto en la Biblia como en la epopeya de Gilgamesh son tan solo algunos de los elementos que denotan la enorme importancia histórica de la ciudad, sobre todo durante el IV milenio a. C. Y es que en aquella época Uruk se convirtió no solo en la ciudad más grande de la región, sino también en la capital de uno de los primeros Estados de la historia de la humanidad, capaz incluso de traspasar los límites estrictos de la Baja Mesopotamia y de dejar sentir su poderosa influencia a lo largo de todo el Próximo Oriente.

El origen de la desigualdad en la historia genética por Carles Lalueza-Fox (Museo de Ciencias Naturales / Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona)
Aunque todos los seres humanos compartimos una serie de características que nos asemejan y nos definen como miembros de una única especie, diferimos cada uno de nosotros en rasgos fundamentales de nuestras personalidades, aspecto físico, fuerza, resistencia e incluso inteligencia, entre otros. Pero se trata de diferencias, no de desigualdades. La desigualdad surge cuando la sociedad confiere un significado especial a dichas diferencias, que implica dominancia de unas personas sobre otras.

Esclavos, corveas y trabajadores forzados. Las primeras formas de servidumbre en Mesopotamia en el origen de la desigualdad por Laura Culbertson
Las antiguas sociedades mesopotámicas conocieron numerosas formas de esclavitud y dependencia. A pesar de la omnipresencia de tales estatus sociales, jurídicos y económicos, sigue siendo difícil trazar un panorama completo de la desigualdad y la explotación. Esto se debe en parte a las limitaciones de las fuentes escritas antiguas –que reflejan el punto de vista de las élites y de los funcionarios, más que el de los esclavos–, pero también a la amplia gama de situaciones documentadas que podrían considerarse como “no libres” en algún grado.

Dirección de Gustavo García Jiménez.

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