Logotipo librería Marcial Pons
La Legión romana (IX): monarquía y república temprana

La Legión romana (IX): monarquía y república temprana
(Revista Desperta Ferro. Nº ESPECIAL XXXIII, AÑO 2022)

  • ISBN: 101090072
  • Editorial: Desperta Ferro Ediciones
  • Lugar de la edición: Madrid. España
  • Encuadernación: Rústica
  • Medidas: 28 cm
  • Nº Pág.: 81
  • Idiomas: Español

Papel: Rústica
8,50 €
Stock en librería. Envío en 24/48 horas

Resumen

Este postrer número especial dentro de la serie que hemos dedicado a la legión romana retrocede un milenio respecto a su precedente, dedicado a las últimas legiones de época justinianea, y nos lleva hasta los días que conocieron el nacimiento de Roma y sus primeros pasos hacia su conversión en una superpotencia mediterránea, los tiempos de la Monarquía y la República temprana. Sembrado de leyendas y medias verdades, se trató de un periodo difícil de aprehender hasta para los propios romanos, quienes nos legaron su particular visión –fuertemente ideologizada e idealizada– de su historia primitiva y de los ejércitos que, comandados por reyes, caudillos patricios y cónsules, ayudaron a convertir a Roma en la señora de Italia. Como veremos, no fue un camino fácil ni sencillo, como tampoco es para los historiadores modernos lograr atisbar la realidad histórica de los mismos, incluso con la inestimable ayuda de los testimonios arqueológicos y una innovadora relectura crítica de los testimonios literarios que eruditos que escribieron siglos después de los hechos nos legaron. Al igual que la evolución de los ejércitos romanos hacia la famosísima legión manipular no fue ni sencilla ni directa, comprobaremos que las perspectivas en torno a este complejo proceso histórico tampoco son unívocas ni lineales, pero no por ello menos complementarias entre sí. Así, frente a la tradicional visión de la falange de corte griego siendo sucedida por los manípulos tras las derrotas frente a los galos de inicios del siglo IV a. C., se abren camino perspectivas innovadoras que muestran a unos ejércitos romanos integrados por bandas guerreras habituadas a pelear en orden abierto, vinculadas a clanes y gentes aristocráticas antes que a un todavía naciente Estado. A lo largo de estas páginas descubriremos el desempeño de estas fuerzas en batalla y los secretos de su paulatina transición hacia un Ejército romano verdaderamente institucionalizado, listo para escribir las todavía innumerables páginas que restaban a su historia y que, a lo largo de esta serie, hemos podido recorrer desde la primera hasta la última, en un dilatado viaje de más de trece siglos.

Roma y el Lacio arcaicos a través de la arqueología por Gary Forsythe (Texas Tech University)
Tras el colapso de las civilizaciones de la Edad del Bronce final en el Mediterráneo oriental, durante las décadas iniciales del siglo XII a. C., la región se sumió en una de las mayores discontinuidades culturales de la historia de la humanidad. Con el paso del tiempo, las áreas escasamente habitadas durante generaciones se volvieron productivas una vez más y experimentaron un crecimiento sostenido de la población. Esta acusada transformación no dio comienzo en Italia hasta el periodo arcaico y se inició a través de la interacción de los pueblos itálicos nativos con los colonos, comerciantes y artesanos griegos y fenicios. El resultado más temprano e impresionante de estas interacciones culturales fue el desarrollo de la civilización etrusca. Pero las excavaciones más recientes en yacimientos del Lacio han comenzado a desviar nuestra atención de Etruria y a reenfocarla en el entorno de Roma y otras ciudades próximas. Los arqueólogos han acuñado el término “cultura lacial” para describir la distintiva cultura material presente en Roma y el Lacio durante el periodo ca. 1000-580 a. C., destinada a desempeñar un papel fundamental en el desarrollo socio-político, económico y cultural de la región.

La hueste de Rómulo. La guerra en el mundo villanoviano por Valentino Nizzo (Museo Nazionale Etrusco di Villa Giulia)
Mucho antes de la formación de su identidad étnica propiamente dicha, los “antepasados” de los etruscos ejercieron su dominio sobre gran parte de la península itálica. Desde un punto de vista arqueológico, solemos definir como “periodo villanoviano” esta fase de la protohistoria italiana a partir del nombre de la localidad de Villanova, en la región de Bolonia, donde a mediados del siglo XIX, Giovanni Gozzadini identificó por primera vez una cultura material caracterizada por la adopción del rito de la incineración en urnas bicónicas o con la reproducción de terracota de cascos para algunas deposiciones masculinas. Los especialistas coinciden en considerar esta civilización como el antecedente cultural de los etruscos históricos, no solo por la coincidencia de las áreas de difusión del fenómeno (Toscana, norte del Lacio, Emilia Romaña y parte de Campania) sino también por la continuidad que se puede encontrar desde principios de la Edad del Hierro (siglo IX a. C.) y hasta el periodo arcaico (siglo VI a. C.) en la evolución de los principales asentamientos villanovianos y luego etruscos.

Huestes, clientes y tropas cívicas. Los ejércitos centroitálicos durante la Monarquía y la República temprana por Jeremy Armstrong (University of Auckland)
La guerra en el ámbito itálico en el período que va desde el siglo VIII a. C. hasta el IV a. C. es objeto de un debate constante por parte de los historiadores especialistas en la Antigüedad durante los últimos años. Las fuentes literarias que nos han llegado en torno al fenómeno bélico en la Italia central arcaica son tardías y emanan de un contexto exclusivamente romano. Esto significa que la mayor parte de los datos disponibles sobre el tema se han filtrado a través de un prisma historiográfico muy particular, lo que implica que los eventos pretéritos fueron moldeados y adaptados para ayudar a dar sentido a la realidad histórica y al Ejército romano, tal y como existía a fines de la República y principios del Imperio. Este estado de cosas se ve agravado por el hecho de que los autores de nuestras fuentes evidentemente estaban trabajando con los muy limitados datos que les habían llegado desde el período arcaico. Como veremos, una atenta relectura de estos datos, al albur de los últimos datos aportados por la arqueología, están permitiendo llevar a cabo una innovadora reinterpretación de los ejércitos y la naturaleza de la guerra en la Italia del citado periodo.

Arma virumque cano. Las primeras panoplias romanas. por Raimon Graells i Fabregat (UA) y Gustavo García Jiménez
Hubo un tiempo en el que Roma era una más. Su hegemonía en Italia solo iba a consolidarse de forma escalonada a lo largo de siglos. Desde la época de los Tarquinios hasta la sonada victoria romana en Sentino (295 a. C.), la Italia prerromana era compartida por numerosas etnias de muy distinta composición que contaban con su propia tradición armamentística, especialmente diferenciada en cuanto al armamento defensivo pero coincidente en el uso de algunas armas y formas de concebir la guerra. En el transcurso de aquellos tres siglos, en el centro de Italia hubo cantidad de influjos que permearon en el armamento de unos y otros, entre ellos el de los propios romanos o, mejor, latinos. Algunas de estas influencias llegaron desde Grecia y las colonias suritálicas, en tanto otros desde la región ilírica y los Balcanes por la vía adriática y el Piceno; otros, aún, desde el norte de los Alpes, configurando un complejo y singular crisol que caracteriza a la panoplia centroitálica de la época.

Roma y los latinos. La expansión romana en el Lacio por Jorge Martínez-Pinna (UMA)
Los latinos habitaban la antigua región del Lacio. La identidad del pueblo latino se manifiesta no sólo a través de su origen y cultura material, sino también en la lengua y en la religión. En este último aspecto cabe resaltar una gran festividad, las feriae Latinae, celebrada en el monte Albano en honor de Júpiter Latiaris y en la cual participaban todos los latinos. Desde los comienzos de su historia, Roma participa de estos elementos, de manera que a todos los efectos siempre fue una ciudad latina. Pero no era simplemente una entre tantas, pues ya a partir del siglo VI a. C. Roma manifestaba ya claras aspiraciones de hegemonía. Sirvan como ejemplo las mencionadas feriae Latinae, cuya presidencia ocuparon permanentemente los romanos al menos desde mediados del siglo V a. C., si no antes. En realidad, la relación de Roma con los latinos siempre estuvo marcada por la ambigüedad. Los romanos reconocían un mismo origen que los latinos, con todas las consecuencias culturales que se derivan de ello, pero a la vez no perdían ocasión para imponer su voluntad, en ocasiones con cierto grado de hostilidad.

¡Ay de los vencidos! El saco galo de Roma por Alberto Pérez Rubio (Universidad Autónoma de Madrid)
La toma de Roma por los galos fue un acontecimiento crucial, que dejó una honda cicatriz en la psique colectiva romana y cuyos ecos resonaron por todo el Mediterráneo, ya que fue recogido por autores griegos del siglo IV a. C. como Teopompo, Heráclides Póntico o el mismismo Aristóteles. Aunque su datación oscila en las fuentes clásicas entre 390 y 381 a. C., prácticamente todas la fechan trescientos sesenta y cinco años después de la fundación de la ciudad, lo que derivaría de la concepción etrusca de ciclos temporales, que se conjugaría con un mito escatológico de herencia indoeuropea, en una narración que con el paso del tiempo fue trufándose de elementos legendarios. La dimensión axial que tuvo en la cosmovisión romana se ve reflejada especialmente en Livio, para quien la recuperación de Roma tras el saqueo galo asume un carácter de segundo nacimiento, parangonable a su fundación. Esta importancia tuvo su reflejo en la plétora de autores clásicos que aportan información sobre el acontecimiento, relatos coincidentes en lo esencial, pero que, sin embargo, difieren en múltiples aspectos y detalles –como consecuencia de las diversas tradiciones, etapas y capas que fueron configurando la narración a lo largo del tiempo–, pero que, con cautela, permiten reconstruir las líneas generales de este primer choque entre Roma y los celtas.

Guerra y formación del Estado romano. Siglos VI-IV a. C. por Louis Rawlings (Cardiff University)
El surgimiento de Roma como una poderosa ciudad-Estado en el centro de Italia fue el producto de desarrollos graduales pero significativos en complejidad institucional, autoridad central y crecimiento territorial y demográfico en torno a un núcleo urbano. De los siglos VIII al IV a. C., el Estado romano asumió progresivamente la responsabilidad de emprender la guerra –por un motivo u otro–, lo que a su vez alteró y aumentó su capacidad para movilizar y proyectar su poder político-militar dentro y fuera de sus fronteras. De este modo, la evolución de Roma a nivel institucional, social y político, fue estrechamente de la mano del desarrollo de su maquinaria militar y de su singular capacidad de adaptación a las siempre cambiantes circunstancias.

Hoplitas en el Campo de Marte por Fernando Quesada Sanz (UAM)
Durante más de un siglo se ha aceptado en general la idea de que en su etapa monárquica avanzada y republicana temprana el Ejército romano se armó y organizó para combatir en falange con armamento de tipo hoplita griego, al menos para parte de sus combatientes. Y ello porque las fuentes clásicas así lo dicen explícitamente, y la arqueología parece confirmarlo. Solo recientemente se ha articulado una visión muy crítica de esta “verdad académica” asentada. A lo largo de estas páginas presentamos una síntesis de las distintas perspectivas vertidas sobre esta temática, antes de presentar las conclusiones del autor respecto de la presencia de hoplitas y tácticas hoplíticas en las filas del Ejército romano temprano.

De cargos electos a oficiales de carrera. Los centuriones de la Roma primitiva por Michael James Taylor (SUNY: University at Albany)
El centurión representaba uno de los rangos más importantes del Ejército romano. Cada uno de estos oficiales comandaba una centuria compuesta por unos sesenta u ochenta hombres; dos centurias conformaban un manípulo, al mando del centurión de mayor rango. Esta categoría de la oficialidad perduró como la columna vertebral del Ejército hasta bien entrada la Antigüedad tardía. Pero, ¿cómo surgió? Este artículo sugiere que los centuriones emergieron como puesto prestigioso en el contexto de conocido como “conflicto de los órdenes”, cuando el puesto de oficial electo en la milicia de la ciudad era uno de los pocos puestos accesibles a los plebeyos ambiciosos. Un motín militar en 342 a. C. impulsó la transición de este cargo hacia la forma que tendría durante la República media: la de un puesto estrictamente militar y decididamente no aristocrático. Si bien los centuriones pudieron no haber tenido un papel táctico relevante en el Ejército romano primitivo, su preeminencia social probablemente facilitó el desarrollo de las tácticas manipulares, la cuales requerían oficiales dotados de la autoridad necesaria, de gran iniciativa y autonomía.

Evolución de la táctica romana primitiva por Sabino Perea Yébenes (UNED)
Cualquier tema relativo a la historia de Roma más antigua –como es la formación del Ejército romano– está relacionado con los orígenes de la ciudad, de la Urbs. Con la ciudad nace la institución militar. La dependencia de ambas es consustancial, existencial; el poder –imperium–romano se fundamentaría en la fuerza y eficacia de sus armas. Aquí analizaremos someramente la formación de este ejército y su evolución contrastada con su actuación en el campo de batalla en los primeros siglos. Nos podemos preguntar con escepticismo si realmente este ejército primitivo tenía una táctica, es decir, una forma reconocible como propia de organizarse en la batalla y de afrontar al enemigo. Y la respuesta a esta cuestión está, como siempre, en las fuentes antiguas. Para estas épocas carecemos de arqueología militar, carecemos de epigrafía, así que hemos de aferrarnos a la literatura de re militari, muy posterior a aquellos primeros años, casi míticos, de la fundación de la Urbe.

Los feciales. Sacerdotes para la paz y para la guerra María Elena Torregaray Pagola (EHU)
En el año 32 a. C. se celebró en Roma un ritual que, aparentemente, hacía mucho tiempo que no se veía en la ciudad. Octavio, el futuro emperador Augusto, asumió en persona el liderazgo de los sacerdotes feciales, el primitivo cuerpo diplomático romano, y, en un terreno preparado para ello arrojó una lanza para declarar la guerra a la reina Cleopatra de Egipto, y con ella, a Marco Antonio. Además de la sanción religiosa, las implicaciones políticas del gesto no se le escaparon a nadie, ya que el inicio de las hostilidades contra la soberana egipcia –obviamente una extranjera–, y, Marco Antonio, antiguo triunviro pero sobre todo un romano, podía ser visto por la sociedad de la época como una reanudación de las guerras civiles, que tanto estrés y zozobra habían causado a la población civil. La elección de una tradición pretendidamente arcaica para la declaración de guerra a los enemigos de Roma, tenía como objetivo subrayar que, en este caso, Cleopatra, a pesar de su relación con Marco Antonio, no dejaba de ser una soberana foránea, y, por lo tanto, la guerra que estaba a punto de emprenderse era una guerra justa en contra de una potencia extranjera.

Tiempo de campeones. Aristocracia, liderazgo y mentalidad heroica por Michael James Taylor (SUNY: University at Albany)
La guerra en la Italia arcaica ofreció a la nobleza múltiples opciones para pelear y matar con el egocentrismo de un Aquiles o un Odiseo. Con unas entidades estatales débiles o inexistentes, las incursiones de corte privado eran una forma habitual de violencia, ya que los aristócratas –los miembros principales de la familia y sus siervos y clientes armados– desarrollaban la guerra a nivel particular en busca de gloria personal, venganza y beneficios económicos –botín y pillaje–. La guerra cambiaría paulatinamente en la Italia arcaica del siglo V a. C. El aumento de la población rural proporcionó los efectivos necesarios para que las comunidades levantaran ejércitos de mayor tamaño y sofisticación. Las bandas de guerra de la nobleza simplemente no podían competir con milicias cada vez mejor estructuradas, incapaces ya de sostenerse en un entorno militar cada vez más dominado por verdaderos ejércitos. Por lo tanto, los aristócratas que buscaran prestigio y gloria militar necesitarían hacerlo, en adelante, como parte de las fuerzas organizadas del Estado, en una integración no siempre sencilla.

Directores Alberto Pérez Rubio, Carlos de la Rocha, Javier Gómez Valero.

Resumen

Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios y facilitar la navegación. Si continúa navegando consideramos que acepta su uso.

aceptar más información